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martes, 23 de marzo de 2010

NUESTRA AGENDA SOBRE SEGURIDAD YA NO ES PANAMEÑA

En el pasado reciente me he referido varias veces al tema de las nuevas políticas de seguridad del Estado panameño con respecto al conflicto colombiano. Créanme que no ha sido por tenerle gusto al tema, ni por considerarme un experto en el mismo, pues estoy muy lejos de serlo. Sin embargo, algo me enseñaron los casi tres años en la Policía Nacional, cuando el servicio de fronteras era parte de esa institución. Además y sobre todo, callar sería extremadamente cómodo y egoísta de mi parte, pues estoy convencido de que este tema afectará grandemente todos los aspectos de la vida nacional.

Lo nuevo en esta materia es que con las recientes declaraciones, primero de la señora Embajadora de los Estados Unidos en Panamá y luego del Subsecretario de Defensa para América Latina del gobierno de aquél país, ya no existen dudas en mi mente de que la nueva política del Estado panameño con relación al conflicto colombiano fue diseñada y creada desde afuera y es de tal naturaleza que afectará negativamente nuestros intereses. Adicionalmente, también me queda claro que dicha novedosa política no sólo se circunscribe a Colombia, sino a todo lo relacionado con el fenómeno del narcotráfico.

La señora embajadora básicamente repitió hace algunos días en un foro sobre seguridad el discurso que últimamente ha sostenido de forma reiterada el señor Ministro de Gobierno y Justicia de Panamá, en el sentido de que nuestro país debía luchar contra los carteles de la droga y contra todo lo relacionado a su actividad. Inclusive hizo énfasis en los carteles mexicanos, así como lo ha hecho el señor Ministro. Por su parte, el Subsecretario de Defensa dijo un día después y de manera directa que los problemas de Colombia eran también problemas de Panamá y que por lo tanto Panamá tenía la obligación de combatirlos.

Me queda claro que en la práctica Panamá empezará a poner "mano dura" contra las FARC y los carteles de la droga colombianos y mexicanos, para lo cual recibirá "ayuda" norteamericana. Si bien estas situaciones suenan en principio como muy positivas para la humanidad, lo lógico y exigible a cualquier gobierno es analizar si esas nuevas acciones que emprenderemos son buenas o perjudiciales para Panamá. En mi opinión son muy dañinas para nuestros intereses y lo sustento en los siguientes hechos:
  1. Ningún gobierno de la República de Panamá en el pasado había cedido ante las presiones de involucrarse directamente en el conflicto colombiano o en la lucha contra determinados carteles de droga que operan fuera de nuestras fronteras.
  2. Producto de esa política de Estado, respetada y sostenida por múltiples gobiernos de múltiples signos político partidistas, así como del uso del diálogo como herramienta principal para la solución de conflictos con grupos irregulares en la frontera con Colombia, Panamá ha logrado mantener la mayor seguridad y calma posibles dentro de sus circunstancias en esa región y ha alejado de sus ciudades la posibilidad de ataques por grupos irregulares.
  3. Panamá no está preparada para librar una guerra sostenida en su frontera con Colombia, pero sobre todo, no necesita estar preparada para ello. Lo que necesitamos allá es seguridad para los nuestros, no ayudar a nadie a destruir a sus enemigos.
  4. Si bien el tráfico de droga trae luto y dolor por donde pasa, el fenómeno de la delincuencia y violencia en Panamá está mucho más relacionado con los "tumbadores" de drogas locales y con las pandillas panameñas que con las FARC o con los narcos mexicanos o colombianos.
  5. Eso es porque Panamá no es un destino para la droga colombiana, dado que los precios de la misma aquí son sólo pequeñas fracciones de los que están vigentes en Estados Unidos y Europa.
  6. Dado todo lo anterior, si recibimos "ayuda" de otros países, la misma será para solventar problemas que no son nuestros y que por lo tanto nos van a desviar del curso correcto para los mejores intereses de nuestro país.
  7. Involucrarnos en conflictos en los que no somos parte trae como consecuencia que tengamos nuevos "aliados", pero también nuevos y poderosos enemigos.

No se trata de negarnos a participar en la lucha contra la delincuencia, la droga o la violencia en general, sino de hacerlo desde la perspectiva panameña y de acuerdo a los mejores intereses de nuestra nación. Podemos y además tenemos el deber humano y moral de ser solidarios con nuestros países vecinos y con la comunidad internacional, pero los gobiernos tienen la responsabilidad de hacerlo sin que ello nos cause perjuicio alguno.

¿Quién y con qué recurso humano combatirá los robos a manos armada, los hurtos, las violaciones, los homicidios que se producen como consecuencia de los anteriores delitos, los secuestros "express", etc. cuando nuestros efectivos policiales estén concentrados en que la droga que va para Estados Unidos o Europa no alcance su destino final o en causarle bajas a las FARC?

¿Qué efecto tendrá en las pandillas panameñas, que cometen todos los delitos locales antes mencionados y que causan casi la totalidad de las estadísticas delictivas del país, el hecho de que se incauten mil o dos mil kilos de droga que no tenían a Panamá como destino o el hecho de que acabemos con un campamento de las FARC?

Yo felicito las acciones e iniciativas de las autoridades norteamericanas y colombianas, pues se enmarcan dentro de una política lógica de lograr los mejores beneficios para sus nacionales y hago un respetuoso llamado de atención a las nuestras para que los imiten. Podemos ser socios y compartir intereses sin ceder ciegamente a todo lo que se nos pide. Eso, además de consecuente con nuestro pueblo, nos gana el respeto de la comunidad de naciones.

QUE ESTÉN BIEN!!

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