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Las recientes afectaciones a miles de
panameños por las lluvias nos vuelven a recordar que la pobreza se paga muchas
veces…parece más cara que la riqueza.
Y es que al pobre no le toca sólo sufrir
carencias sino que las calamidades pareciera que lo buscan, lo persiguen, hasta
se podría decir que la vida es injusta con el pobre. Sin embargo, estas son sólo excusas y
tonterías que repetimos todos para sentirnos mejor, para auto convencernos de
que la suerte del pobre no es responsabilidad nuestra.
Despertemos de ese sueño pendejo y
enfrentemos la realidad, lo que pasa con los pobres, en general, es que son
víctimas de la injusticia, de un tratamiento desigual.
Toda la vida ha llovido mucho en Panamá,
siempre algunos han sido irresponsables y han tirado basura a los ríos y
alcantarillados pero los resultados no eran tan catastróficos. Lo que pasa hoy no es porque los pobres son
cochinos sino porque todos, autoridades y población en general, hemos
consentido un crecimiento descontrolado y desordenado de nuestra ciudad.
En Panamá cualquiera pide un permiso para
levantar un edificio donde antes había una casa o para construir toda una
barriada sobre un área inundable o inestable y se lo dan. Todos los días alguna autoridad local consiente
el levantamiento de asentamientos informales en áreas peligrosas, etc. y todo
se hace en nombre del “progreso”.
Lo que parecemos todos ignorar es que el
verdadero progreso no es el material, no es tener más cemento, sino seres
humanos felices, quienes tengan por lo
menos sus necesidades básicas satisfechas.
El progreso legítimo es el sostenible, que trae tranquilidad y paz duraderas.
Todos podemos poner nuestro granito de
arena. Los ciudadanos tenemos que ser más solidarios ante situaciones que no
nos afectan directamente pero que sí ponen en riesgo la estabilidad social, los
desarrolladores deben entender que como contraprestación de sus merecidas
ganancias existe una responsabilidad social que abarca todos los efectos que su
actividad tiene en la comunidad y que cumplir con esa responsabilidad les es
mucho más beneficioso a la larga.
Pero sin duda los que más pueden hacer son lo funcionarios. Panamá ya tiene suficientes leyes y lo vital es aplicarlas. Si así fuera la gran mayoría de los exabruptos que se han cometido en materia de desarrollo urbanístico jamás hubiesen ocurrido.
El desarrollador pide permisos de acuerdo
a la práctica comercial imperante y conforme a las costumbres de la plaza y eso
es lo normal. Toca a las autoridades
poner límites pero hacerlo con orden y a tiempo. No pueden irse al extremo de hacer imperar la
retroactividad y el capricho para negar permisos ya dados.
Si a los desarrolladores se les ponen las
reglas claras y se les da vigencia hacia futuro nadie se negará a seguirlas y
sobre todo si se sanciona a tiempo al que las viole.
Entonces borremos de nuestras mentes la
complaciente idea de que los pobres se inundan por cochinos porque además de
que es justo y necesario reconocer la verdad si seguimos como vamos pronto los
“cochinos” seremos todos.
QUE ESTÉN BIEN!
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